Christian Boltanski

Hoy vengo a hablaros de uno de mis artistas favoritos, seguramente el que más me ha influenciado en mi carrera y con el que más conectado me he sentido conceptualmente.

Christian Boltanski nace un 6 de Septiembre de 1944 en París, Francia, hijo de madre cristiana y padre judío. Su infancia transcurre durante la ocupación Nazi, por lo que su familia se ve obligada a esconderse durante un tiempo para sobrevivir, marcando este evento toda su obra posterior (la persecución de su padre y la memoria del holocausto crean en él una consciencia muy temprana sobre la muerte, el olvido, la desaparición, el paso del tiempo y el rastro que deja el ser humano).

Debido a esta etapa de reclusión, Christian Boltanski no recibió una formación educativa en su juventud, lo que ocasionó varios problemas de adaptación cuando tuvo que retomar su vida. Su obra creativa es totalmente autodidacta, comenzando a pintar en el año 1958, cuando tenía 14 años. Y a pesar de que él mismo se definía como pintor, a partir del año 1967 abandona totalmente la creación pictórica para comenzar a crear obras donde el contenido pasará a tener un papel primordial, utilizando como medio pictórico postales y fotografías anónimas, libros, objetos, documentos, etc.

Las pinturas que creaba al principio de su carrera solían reflexionar sobre acontecimientos históricos como Pinturas de historia y de acontecimientos dramáticos. A partir de este primer contacto artístico es cuando comienza a experimentar con otro tipo de disciplinas como el vídeo, creando entre los años 1968 y 1969 una serie de cortos titulados La imposible vida de Christian Boltanski, El hombre que tose, El hombre que chupa o Todo lo que recuerdo. A partir de 1970 sus obras se diversifican con la fabricación de tres mil bolas de tierra, la confección de novecientos cuchillos pequeños o trampas, la utilización de cajas de galletas para conservar momentos de su existencia, o diversos envíos, como en las obras La carta pidiendo ayuda y Christian Boltanski a cinco años y tres meses de distancia (1979).

 

“Comencé a trabajar en la época del minimalismo -cuenta en su entrevista con El Cultural- pero lo que me interesaba era hacer un arte que llegara a las emociones”. El peso que su propia biografía tiene dentro de su carrera artística es tal que somos capaces de verlo en cada una de sus obras, ya sea en sus piezas de sombras chinas o en instalaciones de gran formato con fotografías anónimas, etc. En cada una de ellas podemos ver cómo la ausencia, la muerte y la memoria estructuran totalmente el discurso creativo del artista.

“La gente piensa: 'Boltanski nos da el coñazo con el sufrimiento'... 'Es un llorón'. Desde hace años tienen esta idea de mí. Dicen: 'Es un estafador, utiliza el sufrimiento y la Shoah para ganar dinero'. Siempre hay algo cierto en todo eso, pero ese tipo de reacción limita enormemente la comprensión de mi trabajo. Hace poco me preguntaron por qué era un 'manierista del sufrimiento'. Yo respondí simplemente que no veía la vida como algo muy alegre. El sufrimiento es uno de los grandes temas del arte, desde siempre.”

El azar es otro de los elementos que utiliza dentro de sus propias creaciones, dandole además una importancia capital.

Christian Boltanski a cinco años y tres meses de distancia, 1979

Chance, medidas variables, andamios, fotografías y pantallas de vídeo, 2011

Buena prueba de ello es el título de la pieza creada para la Bienal de Venecia del año 2011. En Chance cientos de fotografías de recién nacidos se deslizaban ágilmente por una estructura de andamios metálicos que funcionaban como rodillos de una cadena de producción. Acompañaba a este esqueleto una pantalla que reflejaba, en tiempo real, la cifra de nacimientos diarios dentro de un baile de números que no cesaba. Cada ocho minutos sonaba una sirena que detenía todo este ajetreo, “me gustaba que no fuera una obra estática sino algo más parecido a una ópera o a una obra de teatro”. Porque Boltanski crea escenografías en las que mete de lleno al espectador, ya sea caminando entre montañas de ropa o bajo el traqueteo de estas fotos.

“En este momento de mi vida me interesa trabajar sobre la idea de crear mitos y leyendas porque pienso que los mitos duran más tiempo que las obras. Desde hace unos años me he concentrado en crear piezas simbólicas en lugares retirados. Por ejemplo en Naoshima, en Japón, tengo registrados en Los archivos del corazón miles y miles de latidos que he ido grabando en las exposiciones que he hecho por todo el mundo. Las personas igual no conocen mi nombre pero pueden ir allí a escuchar el corazón de un ser querido, como si fuera un lugar de peregrinaje. Saber que en esa isla maravillosa se encuentran los corazones es mas importante que el hecho mismo de visitarla. En el caso de Misterios, en el sur de Patagonia, [una pieza sonora en la que el viento activa tres dispositivos que emiten sonidos] podemos imaginar que en cien años la obra física estará destruida pero entre los habitantes de la región se acordarán de que un día vino un extraño que intentó hablar con las ballenas.”

Sus obras abarcan un sinfín de técnicas y materiales, desde las pinturas de sus comienzos a sus instalaciones con toneladas de ropa, el artista utilizaba un medio u otro en función de lo que quisiera contarnos, buscando la mejor manera de poder transmitirnos el mensaje que le interesaba en ese momento. “Lo que me interesa es plantear preguntas sobre la vida y al hacerlo transmitir una emoción. Las preguntas son siempre las mismas pero lo que cambia es la manera de presentarlas. Son parábolas mudas hechas con medios contemporáneos, imágenes y sonidos que lanzan preguntas y no dan las respuestas para empujar al espectador a plantearse cosas y a sacar conclusiones según su propia experiencia. Cuando hice el trabajo del Grand Palais hubo gente que lo relacionó inmediatamente con el Holocausto, pero a otros muchos les hizo pensar en el terremoto de Haití que acababa de ocurrir y las dos interpretaciones me parecen bien. Una buena obra nunca se puede leer sólo de una manera.”

Instalación Adviento, fotografías, luces y ropa, Capilla de Santo Domingos de Bonaval, Santiago de Compostela, 1995

En el año 1995, Christian Boltanski visitó Galicia invitado por el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC) de Santiago de Compostela, donde realizó una instalación en la capilla de la iglesia de Santo Domingos de Bonaval.

Durante su estancia y trabajo en Santiago, comentó lo siguiente: "Yo entiendo la muerte como parte de la vida, no algo a lo que haya que dar la espalda. Me gustan los sitios donde después de enterrar a un muerto los familiares celebran una comida, porque es algo que forma parte de la vida. No se retiran a llorar solos o tratar de olvidar la pérdida del ser querido. Y creo que en Galicia se vive así la muerte. Celebrar la muerte es una forma de abolirla y el principio para saber vivir en paz con uno mismo. Creerse eterno es tan absurdo como. frustrante".

"Estaba yo terminando la instalación cuando entraron dos ancianas y me preguntaron sorprendidas que qué era todo esto. Respondí que estaba preparando una fiesta dedicada a la muerte y se pusieron contentísimas".

Tras una carrera de 50 años, Christian Boltanski falleció el 14 de Julio de 2021 en París, por causas naturales.

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